viernes, 11 de mayo de 2007

Nunca más el 10 de mayo de 1933, absolutamente nunca más


Historia de los libros prohibidos.

Bajo los adoquines de la antigua Plaza de la Ópera de Berlín, muy cerca del edificio principal de la Universidad Humboldt, yace La biblioteca sumergida. Micha Ullmann, el maestro escultor israelí que la proyectó, colocó en ella estantes suficientes para albergar 20.000 volúmenes. Sin embargo, sus blancos anaqueles permanecen vacíos.

Para los berlineses son un símbolo admonitorio de lo ocurrido el 10 de mayo de 1933 en ese mismo lugar. Aquella noche, 20.000 libros seleccionados por los nazis por sus "contenidos antialemanes" fueron arrojados a una inmensa hoguera en la que se consumieron, además de innumerables escritos de autores judíos, obras de Marcel Proust, H. G. Wells, Jack London, Thomas Mann... Casi al mismo tiempo, otras quemas masivas se sucedían en Bonn, Frankfurt, Bremen, Hannover y muchas otras ciudades alemanas entre consignas "contra la decadencia moral" y "a favor de la disciplina, la decencia y la nobleza del alma humana".

Quemar la memoria

La operación había sido coordinada por el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, quien afirmaba que esa acción constituía "el fin de la época extremista del intelectualismo judío". Así justificó lo que él denominaba "la entrega a las llamas del espíritu diabólico del pasado".

El escritor Heinrich Heine escribió en 1821 "Allí donde se queman libros, se queman seres humanos finalmente" ("Dort, wo man Bücher verbrennt, verbrennt man am Ende auch Menschen", en su tragedia Almansor).

Más de un siglo después, los nazis harían exactamente eso.

Sigmund Freud, al enterarse que libros suyos habían sido quemados, exclamó "¡Cuanto ha avanzado el mundo: en la edad media me habrían quemado a mí"!

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