A partir del día en que cumplía los trece años, el 12 de junio de 1942, Ana Frank comenzó a hacer apuntes en un Diario en forma de cartas a una amiga imaginaria que llamó Kitty. La última vez que pudo confiar sus pensamientos al papel fue el 1 de agosto de 1944.
El Diario le servía para desahogarse. El 16 de marzo de 1944 anotó «Lo mejor de todo es que lo que pienso y siento, al menos puedo apuntarlo: si no, me asfixiaría completamente».
Ana, sin saberlo, dió a la humanidad entera, y especialmente a la juventud, un testimonio excepcional de optimismo, de esperanza y de amor a la vida...
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